Encuentros
Con
Juan Diego. Coordinado por Manuel Velasco
Marzo de 2015 (fecha por determinar)
18.00 horas
Sala 008
La Térmica
*Con invitación previa.
Un café con… Juan Diego
El legado más grande que nos pueden dejar nuestros grandes cómicos es a ellos mismos.
Su veteranía, sus historias, sus consejos a las nuevas generaciones…
La experiencia es un grado, y las tablas de estos enormes intérpretes
son incomparables. En esta serie de coloquios con algunas de las figuras
más destacadas de nuestro cine, nuestro teatro y nuestra televisión,
conoceremos de primera mano qué les llevó a ser lo grandes que son; sus
ilusiones, sus anhelos, sus miedos e inseguridades al inicio de sus
carreras, y también en estos puntos de las mismas, pues los grandes de
verdad siguen poniéndose nerviosos y continúan notando el sudor en la
palma de las manos cuando pisan el escenario o cuando oyen la palabra
“¡acción!”.
Con el poso que deja el tiempo y la perspectiva que pueden tener al
mirar hacia atrás en sus carreras, en estas charlas nuestros actores y
actrices más relevantes nos desvelarán los secretos de su profesión y
sus deseos hacia el futuro. Porque siempre tienen algo que quieren
hacer, siempre algo que contar, son fuente inagotable de lecciones de
vida que nos hacen tomar conciencia de que cada paso hacia delante o
hacia atrás nunca es el definitivo: sus longevas carreras así lo
demuestran.
Oírles en directo es un tesoro. Un lujo contar con ellos en
La Térmica, un lujo el que podamos disfrutar de ellos.
Juan Diego
(Juan Diego Ruiz; Bormujos, Sevilla, 1942) Actor de cine y teatro
español. Aunque durante toda su carrera ha alternado las tablas con el
cine y la televisión, fue a raíz del éxito internacional de Los santos inocentes (1984), de Mario Camus, cuando su prestigio como intérprete traspasó las fronteras.
Diego cuenta que en Bormujos pasó una infancia feliz y “completamente
normal”, huyendo de los policías municipales cuando el balón con que
jugaba a fútbol con sus amigos se estrellaba en el aparador del
Ayuntamiento, y aprendiendo a conocer y reconocer las tipologías de la
gente sencilla del medio rural. Aunque siempre se sintió identificado
con su pueblo (al que regresa puntualmente cada Semana Santa si su
agenda se lo permite), de joven decidió estudiar en Sevilla para evitar
dedicarse a las faenas del campo.
Su temprana vocación interpretativa cobró forma en 1957, cuando se
subió por primera vez a un escenario. Tres años más tarde, en Sevilla,
interpretó Esperando a Godot, de Samuel Beckett, un trabajo
polémico que cimentó su prestigio entre la crítica. Amplió su formación
en el Conservatorio de Música y Declamación, estudios que le permitieron
entrar en contacto con Televisión Española (TVE), a la sazón el mejor
medio para foguearse en la comedia y el drama.
Intervino en una gran cantidad de programas de la televisión estatal,
entre telenovelas, producciones dramáticas y el por entonces popular Estudio 1.
Esta experiencia le permitió conocer a fondo las tablas y
familiarizarse con los estamentos de la profesión. Así, fue íntimo amigo
del grúa Santiago Gordo, quien experimentaba audaces travellings.
También de muy joven tomó conciencia política y decidió militar en el
entonces clandestino Partido Comunista de España (PCE).
Aunque en 1964 debutó en el cine de la mano del director Eloy de la Iglesia, concretamente en el largometraje Fantasía a tres,
durante muchos años su prioridad fue el teatro. El cine no pasaba de
ser, para Juan Diego, un asunto de índole estrictamente crematística.
En 1971 encabezó junto a las populares Concha Velasco (en quien había
influido considerablemente) y Ana Belén, entre otros, una huelga de
actores que reivindicaba la reducción de la jornada laboral de los
intérpretes. Sufrió el inevitable veto del ente público a raíz de esta
manifestación de progresismo. El 24 de enero de 1977 un grupo de
ultraderechistas pertenecientes a la llamada Triple A llevaron a cabo la
tristemente célebre matanza de Atocha en el número 55 de la citada
calle. Juan Diego, quien se encontraba cerca del lugar y cuya tendencia
izquierdista era conocida, temió por su vida, según confesó a la prensa
por aquellas fechas.
En 1982 entró en vigor la llamada Ley Miró, ideada por la
ministra de Cultura, Pilar Miró. La normativa apoyaba al cine de autor
creado en el estado español, en detrimento de las producciones de
género. Profesionales como Mariano Ozores y Manuel Summers pasaron al
ostracismo en beneficio de directores como Ricardo Franco y Mario Camus.
Este estado de cosas influiría en la carrera de Juan Diego, puesto que
el nuevo tipo de películas y de directores le abriría las puertas a la
gran pantalla.
En 1984 se produjo un cambio importante en su actividad profesional a raíz del gran éxito de crítica y público de Los santos inocentes,
de Camus. Se trataba de una contundente y descarnada adaptación
cinematográfica de la obra de Miguel Delibes en la que encarnaba
magistralmente al señorito Iván, un despótico latifundista andaluz. Tan
extraordinario era su papel de “malo” que el público solía aplaudir en
el cine el ahorcamiento del personaje al final del filme. El propio Juan
Diego ha comentado muchas veces su sorpresa ante esta reacción entre
los asistentes a la representación en el Festival Internacional de Cine
de Cannes. Desde entonces, aunque nunca abandonó completamente el
teatro, sus apariciones en la gran pantalla fueron más frecuentes.
Dos años más tarde volvió a demostrar su talento interpretativo
encarnando a un personaje ideológicamente opuesto a él. Se trataba del
general Francisco Franco, a quien dio vida en Dragon Rapide, de
Jaime Camino. Por este trabajo sería nominado por primera vez a un
premio Goya, el de mejor actor principal, en la primera edición del
certamen. El busto se lo arrebató Fernando Fernán-Gómez por su papel enMambrú se fue a la guerra.
Respecto de su facilidad para recrear roles tan alejados de su
personalidad comentó: “Este tipo de papeles me sirve para sacar fuera la
parte de mi personalidad que menos me gusta”.
En la década de 1990, después de un lustro de intensa actividad
cinematográfica, volvió a centrarse en su pasión de siempre, el teatro.
Después del éxito de El rey pasmado (1991), de Imanol Uribe,
que le valió su primer Goya por un papel de secundario, sus apariciones
en la gran pantalla fueron haciéndose menos frecuentes. De esa época
merecen mención especial el éxito de crítica de la producción teatral El lector por horas, que coprotagonizaba Clara Sanchís, y su breve, pero estupendo papel en Jamón, jamón (1992), de Bigas Luna.
En 1999 intervino en el que fue el último largometraje de Luis García Berlanga, París-Tombuctú,
en el que encarnaba a un anarquista que se paseaba desnudo por el
pueblo. Por este papel volvió a hacerse con un Goya al mejor actor
secundario. No asistió a la celebración y fue el propio Berlanga quien
recibió el galardón en su nombre. Años más tarde, bromeando en las
entrevistas, Juan Diego comentó que el premio se lo habían dado “por
desnudarse ante la cámara, como se les pide a muchas actrices”.
La Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía (ASECAN)
decidió homenajear a Juan Diego en el año 2000. Tres años más tarde fue
el gobierno autónomo de la comunidad el que decidió otorgarle la Medalla
de Andalucía y el premio José Val del Omar. A partir de 2005 inició su
participación en la exitosa serie de televisión Los hombres de Paco,
en la que encarnaba al comisario jefe don Lorenzo, en un nuevo
ejercicio de desmarque de su propia personalidad. Para muchos resultaba
injusto que en 2007 aún no hubiera recibido el premio Fotogramas.
En la XXI edición de los premios Goya obtuvo por fin su primera distinción como mejor actor principal por su papel en Vete de mí,
de Víctor García León. En el filme interpretaba el rol de Santiago, un
actor cincuentón venido a menos que se ve obligado a alojar en su casa a
su hijo treintañero (casualmente caracterizado por el “casi tocayo”
actor argentino Juan Diego Botto). Justo reconocimiento a una
trayectoria que había conocido hasta entonces otras siete nominaciones a
estos premios, dos de ellas a mejor actor principal.
Fuente:
http://www.latermicamalaga.com/un-cafe-con-juan-diego/