Las colecciones
Un debut infantil para los grandes
EL PAÍS lanza la colección ‘Mi primer...’, escrita por Vargas Llosa, Marías, Pérez-Reverte, Mendoza, Marsé, Grandes, Vila-Matas y Luis Mateo Díez
“No creo en la literatura infantil”, espetó en una ocasión Jorge Luis Borges. El escritor César Aira
se encargó de explicar el aparente exabrupto en estas páginas. Un autor
de su genio y de su tradición no podía comprender el abismo que se
abría entre la literatura y aquellos libros para niños que sus padres
nunca leerían. Cuando Arturo Pérez-Reverte lanzó la colección Mi primer…en
2011 (ofrecida por EL PAÍS, a partir del próximo domingo y hasta el 6
de julio, por 6,95 euros) trataba de salvar esa distancia. Comenzó a
llamar a escritores de renombre en el mundo literario español y les
convenció —“después de mucho insistir y de mucha resistencia”, confiesa
jocoso Eduardo Mendoza, uno de los conversos— para sumergirse de nuevo en la infancia.
Como recordaba Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura y uno de los ocho autores de la colección con su Fonchito y la Luna
(a la venta el 25 de mayo), no se trata de “escribir para niños, es
escribir como lo haría un niño”. Quizás por eso Mendoza echó mano de sus
recuerdos de infancia a la hora de trazar la historia de Inés en El camino del cole,
una niña que reinventa su barrio y asigna personajes a sus vecinos cada
mañana: “Me parecía sumamente aburrido: las mismas tiendas, los mismos
edificios… y yo iba llenándolo de fantasía”. Como él, Javier Marías, Almudena Grandes, Juan Marsé, Luis Mateo Díez, Enrique Vila-Matas y los propios Vargas Llosa y Pérez-Reverte se han atrevido a cambiar de público tirando de memoria y fantasía.
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Ocho semanas de cuento
25 de mayo. Fonchito y la Luna, por Mario Vargas Llosa. Ilustrado por Marta Chicote Juiz.
1 de junio. Ven a buscarme, de Javier Marías. Ilustrado por Marina Seoane Pascual.
8 de junio. El camino al cole, de Eduardo Mendoza. Ilustrado por Daniel Montero Galán.
15 de junio. ¡Adiós, Martínez!, de Almudena Grandes. Ilustrado por Sylvia Vivanco Extramiana.
22 de junio. El detective Lucas Borsalino, de Juan Marsé. Ilustrado por Roger Olmos.
29 de junio. El niño de plata, escrito por Luis Mateo Díez. Ilustrado por Teresa Ramos.
6 de julio. Niña, de Enrique Vila-Matas. Ilustrado por Anuska Allezpuz.
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Aunque Juan Marsé (que en la colección firma El detective Lucas Borsalino)
guarda las distancias con respecto a la idea de escribir “para niños”.
“Cuando me pongo a escribir me planteo siempre lo mismo: hacerlo bien y
terminar pronto, lo mismo para adultos que para niños. No me planteo por
qué elijo ciertos temas y tampoco lo hice aquí. Yo escribo para niños
inteligentes como escribo para adultos inteligentes</CF>, explica
el autor de Últimas tardes con Teresa. Aira ya mencionaba en su artículo Contra la literatura infantil
el principal defecto que veía en el “subgénero”: “No inventa a su
lector, operación definitoria de la genuina literatura, sino que lo da
por inventado y concluido”. Es decir, con frecuencia se ve a los niños
como seres definidos por su edad e intercambiables entre sí.
Para huir de ese supuesto público homogéneo, el ilustrador Fernando Vicente, que ha dado imagen a El pequeño hoplita, de Arturo Pérez-Reverte, se centró en sus propios hijos. El trabajo pilló al también dibujante de Peter Pan y Momo
en mitad de unas vacaciones familiares, y recuerda con ternura el
asesoramiento técnico recibido: “¡Ponle más lanzas! ¡El escudo más
grande!”. “Fue un éxito familiar, el resto de mi trabajo les da igual”,
bromea el artista, que también pudo acceder a otra muestra de público en
una lectura en el colegio de sus niños: “Les encantó esa historia de
guerreros y de batallas”.
La temática de la renovación infantil del péplum propuesta por
Pérez-Reverte, la historia de los 300 espartanos muertos en el
desfiladero de las Termópilas, podría considerarse poco adecuada para
niños de seis años. Entre otras cosas, porque comienza con un potente
“Érase una vez trescientos hombres valientes que iban a morir”. Pero,
como recordaba el escritor Santiago Roncagliolo, “a lo largo de la
historia, los cuentos infantiles han sido bastante irreverentes, incluso
crueles”. Basta recordar a Pulgarcito, abandonado por sus padres, o a Cenicienta, esclavizada en su propia casa. Grandes autores modernos como Roal Dahl, con su Cuentos en verso para niños perversos, no han renunciado a la malicia, o incluso al gore. Fernando Vicente reflexiona: “A lo mejor hay cosas que los niños asumen mejor de lo que creemos”.
Eduardo Mendoza, autor de La ciudad de los prodigios, también parece haber seguido esa idea. En El camino al cole
(el 8 de junio con EL PAÍS) subyace, consciente o inconscientemente, un
mensaje que quizás llegue más a los padres que a los niños: “Ir solo a
la escuela era el aprendizaje de la rutina. En parte uno se sentía
liberado de la compañía, de ir de la mano, pero uno descubre que esa
libertad es un rollo. Porque tampoco pasa nada. Que es la historia de la
vida en general”.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/10/actualidad/1399745290_854300.html (A través del Seminario permanente LIJ -Literatura Infantil y Juvenil en el que está el Departamento de Lengua castellana y Literatura del colegio)
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