Día de la Biblioteca, 24 de octubre
Las bibliotecas andaluzas se suman a la celebración del Día de Biblioteca con diversas actividades.
El 24 de octubre y por iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil, se celebra el Día de la Biblioteca como homenaje y reconocimiento a la labor que desempeñan los bibliotecarios.
Esta iniciativa nació con el fin de concienciar a nuestra sociedad de la importancia de la lectura, especialmente entre los niños y jóvenes y para agradecer y potenciar la extraordinaria labora de los bibliotecarios y bibliotecarias.
24 de octubre, Día de la Biblioteca
Cada 24 de octubre se celebra en España el Día de la Biblioteca, creado en 1997 por la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil con el patrocinio del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada en 1992 durante el conflicto balcánico.
Cada 24 de octubre se celebra en España el Día de la Biblioteca, creado en 1997 por la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil con el patrocinio del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada en 1992 durante el conflicto balcánico.
En el Día de la Biblioteca queremos
reivindicar nuestro papel de institución cultural básica e
imprescindible, centro de proximidad a la ciudadanía y de espacio de
socialización y de intercambio de ideas, que busca facilitar el acceso a
la información y al conocimiento a todos y todas sin exclusiones. Un
nuevo espacio público del conocimiento, libre y gratuito, que se hace aún más necesario dentro del nuevo entorno digital por que busca reducir la brecha entre ricos y pobres en información.
PREGÓN HOMENAJE A
ANA MARIA MATUTE
-¡Ana
María, despierta!
El
príncipe se quedó contemplándola. Era guapa, el pelo negro, los ojos grandes,
la boca carnosa. Luego la sacudió suavemente, por un hombro.
Insistió:
-Vamos,
mujer, que ya es hora.
Ana
María, solo después de un rato, empezó a moverse. Primero movió un dedo, luego
una ceja, luego entreabrió un ojo.
-¿Y
tú... quién... eres? –preguntó, no sin gran esfuerzo.
-¡Soy
el Príncipe Azul!
-¿El
qué?
-El
príncipe... ¿No te acuerdas? Tenemos que amarnos.
-¿Es
obligatorio?
-Claro,
lo manda la tradición.
-¡Pues
entonces vete a hacer gárgaras!
Ana
María se giró hacia un lado y volvió a dormirse. El príncipe quedó sumamente
desconcertado. Se incorporó del filo del lecho y se puso a pasear la estancia. Vio
las telarañas del tiempo colgando de los pesados cortinajes, vio a un par de
alabarderos durmiendo de pie, la nariz del uno apoyada en la nariz del otro.
Vio, o mejor dicho, escuchó la estridente sinfonía de ronquidos que le llegaban
de todas partes de aquel palacio encantado; ronquidos atronadores de guardianes
forzudos, ronquidos silbantes de cocineros exquisitos, ronquidos trascendentes
de capellanes gordinflones, ronquidos, ronquidos... Como que tuvo que taparse
las orejas para no ser víctima de aquel terremoto sónico... y entonces se dio
cuenta: ¡el fuego de la chimenea también dormía! Se acercó, aproximó una mano a
aquellas llamas petrificadas y quedó ensimismado... Luego de un tiempo incontable,
levantó la vista y vio sobre la repisa una hilera de libros. Eran libros de
cuentos, los únicos objetos de aquel lugar que no habían acumulado polvo ni
telarañas. Con un temblique en el dedo índice de la mano derecha, impropio de
todo un príncipe, fue recorriendo los títulos: Cuentos de antaño, de Charles
Perrault, Cuentos de los hermanos Grimm, Cuentos de H. C.
Andersen, Cuentos de Ana María Matute...Al leer este último, el corazón empezó
a repicarle. Sacó el libro y lo abrió. Al azar fue leyendo: “Todos nos
acostamos con el lobo, pero lo que no podemos hacer es confundirlo con la
abuelita.” “La infancia es más larga que la vida”. “El que no ama está muerto”.
Justo al acabar esta frase, cesaron los ronquidos y el fuego de la chimenea
cobró repentina vitalidad. El príncipe se apartó.
-Eso,
ahora ponte a curiosear en mis cosas-oyó a sus espaldas.
Levantó
un poco más la vista y vio, en el espejo de la chimenea, cómo se incorporaba en
su magnífico lecho una dama todavía más magnífica. Casi cien años de edad, el
pelo totalmente blanco y la sonrisa totalmente pura.
-¿Se
puede saber qué día es hoy?
-¿Hoy?
-El
príncipe no tenía ni la menor idea.
-¡Me
acabo de acordar!-exclamó
ella-
¡Es 24 de octubre, día de la Biblioteca! ¡No te quedes ahí pasmao, que los
niños nos están esperando! ¡Vamos, Príncipe Azul, mueve el culo!
Antonio Rodríguez Almodóvar
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